Una
y mil ocasiones escuche una frase que si recuerdo bien, ha sido de hecho, una
de las máximas que me han regido, lamentablemente nunca la tengo muy presente.
Es una frase muy bien conocida, no me pregunten de quien, francamente
inventaría algún autor, se lee así: “ Si las cosas fueran fáciles todo el mundo
las haría”, estos meses pasados han transcurrido lentos, tristes, grises,
aunque el sol queme, días que simulan un
sótano donde la luz se ha ido desde hace mucho, me quede ahí por un tiempo,
prolongado o no, la verdad no lo recuerdo con exactitud, solo sé que fue
doloroso, sombrío, y aún permanecen frescos en mi memoria los recuerdos de esos
días, de la universidad al departamento y del departamento a la universidad,
así pasaban los días con la cabeza muy lejos de la medicina, con los ojos en el
pizarrón pero con la vista hacia la nada, no me apetecía el café o infusiones,
y eso ya era grave, podría preguntarme ¿quién soy yo sin sufrir?, pero también
¿quién soy yo sin ganas de café, de vivir, de reír? Sin ganas de nada, la
inercia es la que nos mantiene en pie, cuando el cerebro ha decidido ponerse a
huelga, sin posibilidad de volver a la marcha con un simple pensamiento, no era
tan sencillo, ya no lo era, fue la vida o fui ya la que se volvió compleja….al
final de esos días comprendí que por más oscuro que sea el sótano, siempre hay
grietas, por donde pasa un rayo de luz, siempre hay un resquicio por donde
escapar.
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