domingo, 14 de octubre de 2012

Un eterno jugo de uva


Me miraste en el autobús, regresábamos a esta ciudad, vacía, callada, una prisión que oscurece cuando no estás, tomados de las manos, compartiendo un refrigerio, yo con mi eterno jugo de uva y tu con un batido de fresa, me miraste con ojos tristes, y yo sonreí, y me imagine así, compartiendo el refrigerio a diario, preparándote la cena, esperando a que me contaras tu día, el tráfico, las noticias del periódico, el vacío comercial del televisor, y los aún más vacíos andenes del tren,  esperando que sonriera con aprobación a tus bromas y jugueteos, imagine el lugar, los libros sobre la mesilla, la loza en el fregadero, las ventanas abiertas y las cortinas blandiéndose con el viento,  el sonido del tráfico, que no se cansa, mucho menos por las noches, te leería por las noches en la cama, algún poema o algún fragmento de alguna historia no contada, merendaríamos a diario juntos ajustando las cuentas y planeando viajes, quizá te reñiría por no ajustarte la corbata y acto seguido te tiraría sobre el mantel y te haría el amor, me cenarías a mi antes de cenar,  y desayunaríamos besos acompañados quizá con pan y mermelada ó algún día te sorprendería con recetas extrañas tomadas de un libro viejo, me abrazarías por la espalda mientras intento que no se prenda en llamas la cocina, y reiríamos al sabernos felices, amados, deseados, te besaría en los labios antes de ir al trabajo, pero ahora solo tengo un eterno jugo de uva que parece no terminar, y nos acercamos cada vez más a esta vacía ciudad sin ti.

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