El tren, debe ser bastante tarde para seguir
despierta, es ya lo bastante tarde para seguir pensando, el viaje nocturno siempre parte a la misma hora pasada ya la
media noche, pasado el ocaso y quizá la niebla, últimamente lo escucho a
diario. La hora de dormir que antes era mi refugio, ahora es mi suplicio, solía
viajar en él, por la mañana, el aroma a café inundaba el vagón y me dibujaba
una sonrisa, los andenes se llenaban de personas con traje, corbata y maletín, con la mirada fija en el
reloj, los ojos cansados del insomnio que les acometía, y pensé en ti, como
todas las mañanas a la misma hora, pensé en cuanto te gustaba leerme a Neruda
en la madrugada, que yo siempre afirmaba que solo me gustaba una de sus poesías
y tú leías todas, intentando convencerme de lo bueno que era, y a mí me
encantaba, me encantaba escuchar tu voz leyendo, hablando, y cuando yo te leía,
decías:- escribes precioso y eras tú mi único lector, que te gustarán mis ojos,
profundos, oscuros.
En las ventanas del tren creí ver poesía, pero
eran solo palabras; ya no viajo más en ese tren, ya no me lees más a Neruda, y
si he de confesar algo es que a fuerza de escucharlo, me he prendado de él, es
lo más cercano a ti.
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